Carrera a la cima: repensando los modelos de liderazgo
Lucila Guerrero
Socia de Pérez Alati, Grondona, Benites & Arntsen (PAGBAM). Abogada (UCA - Diploma de Honor). Especialista en Derecho Aeronáutico y Derecho de Seguros. Premio a la Excelencia Académica otorgado por el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Posgrado Interdisciplinario de Derecho Aeronáutico (UCA).
I. Introducción
En forma inesperada, hace unos días, me invitaron a escribir una columna para compartir mi experiencia profesional y los consejos que pudiera dar a las próximas mujeres profesionales en el mundo del Derecho.
Lo primero que se me vino a la cabeza fue la sorpresa y alegría por la invitación: nunca nadie antes me había preguntado cómo llegué a ser socia en lo que yo creo que es genuinamente el mejor estudio de la
Argentina (las razones son varias y para otro tipo de artículo).
Luego, pensé en el cuento de la liebre y la tortuga: una de mis fábulas favoritas desde la infancia. Quienes me conocen saben que me identifico fuertemente con la tortuga. Pero vale aclarar que mi historia no es la de una tortuga que gana por sobre la liebre, sino la de persona que sigue el modelo propuesto por la tortuga: para cruzar la meta no solo cuenta el talento, sino muchas veces el trabajo duro y constante.
Dicho esto, lejos estoy de desmerecer a las profesionales brillantes que exudan talento e inteligencia: una colega del estudio muy querida fue precisamente la mejor alumna de mi camada universitaria y, en esos giros sorprendentes de la vida, nos hicieron socias en el mismo momento.
Es por ello que me gustaría compartir con los/las quizás se sienten intimidadas por las historias de éxito de personas hipertalentosas, pensando que no podrán llegar lejos y/o que no cuentan con los mismos recursos para ello.
Claramente la “cima” se ve distinta para todos, pero sepan que uno puede proponerse metas y llegar a ellas sin tener que responder a los mismos patrones o estándares hegemónicos, ya que modelos de liderazgos y trabajo hay para todos los gustos.
II. Años de formación académica: las bases para desarrollar la disciplina
Mi camino profesional empieza en la Pontificia Universidad Católica Argentina (mi querida “UCA”), casa de estudios que supo satisfacer mi vocación de estudio de la carrera que siempre supe seguiría: abogacía.
Muchos de los que nos inclinamos por este camino lo hacemos en aras de defender “la justicia”, lo cual en apariencia es un fin muy noble. Pero lo cierto es que el ejercicio de la profesión termina siendo menos idílico y podría parecerse más a un juego de ajedrez donde la concentración, la memoria y la estrategia sirven para alzarse con la victoria, ya sea en los tribunales o celebrando un buen acuerdo entre partes que no resienta a los “adversarios” (“Sí … de acuerdo! cómo negociar sin ceder”, libro de Roger Fisher y William Ury fue una de las lecturas que más recuerdo y tengo presente al tratar de resolver conflictos).
Quienes elijan al Derecho como camino profesional bien harían —en sus años de estudiantes— en ser cuidados en dos aspectos: (i) elijan bien a la universidad a donde vayan, porque allí podrán obtener no solo educación de calidad, sino grandes amigos y colegas y (ii) estudien fuerte y sin respiro, para que su rendimiento académico sea un recurso adicional con el que cuenten para poder entrar a trabajar a un lugar desafiante donde haya posibilidades reales de crecimiento.
En mi caso personal, yo nunca fui “la mejor”, el primer promedio, en absoluto. Pero siempre estuve en el ranking de las mejores, más aplicadas; y es posible que mis apuntes ayudaran a más de uno a aprobar algún que otro parcial.
Siempre fui muy autoexigente (la contracara de la moneda era mi inseguridad) y buscaba aprobar todos los exámenes con un promedio “decente”. Desaprobar no era una opción, porque perdería mi posibilidad de acceder al codiciado Diploma de Honor. Tan así es que uno de mis grandes orgullos (además del Diploma) fue haber logrado estar entre los 10 mejores de mi camada y recibir el Premio a la Excelencia Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723) Académica que otorga en forma anual el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires a los 10 mejores promedios de cada universidad.
Es por eso por lo que hoy creo que la autoexigencia (e inseguridad) me dieron una de mis mayores virtudes: la disciplina. Estudiar cinco años en la UCA implicaba (en esa época) forzosamente una instancia de rendir un final en forma oral frente a una mesa de profesores. Por lo que uno podía rendir buenos parciales en el año, pero jamás escaparía el defender su “nota” ante los profesores (aun cuando la suerte estuviera de tu lado y te tocara una “bolilla” con la que más confianza te sentías).
Para ello, tenías que leer (y mucho) no solo para aprobar durante el año, sino para superar esas temidas exposiciones orales. En época de finales estaba sentada desde la mañana hasta la noche, sin descanso.
Por lo que, si no desarrollás la virtud de la disciplina, jamás podrás llegar lejos (sea la meta que sea), porque, como en una maratón, en esta carrera debes ser constante en tus esfuerzos y por tiempos prolongados.
Lugar de trabajo o “segundo hogar”: dónde obtendremos las herramientas necesarias para avanzar
Si hay algo en lo que me distingo de muchos pares, es que empecé a trabajar cerca del final de la carrera
(último trimestre del 4rto año) en donde haría toda mi experiencia profesional: en efecto, entré en el 2006 como pasante de biblioteca a PAGBAM, un estudio “full practice” que acompañó (y acompaña hasta el día de hoy) mi crecimiento, hasta llegar a la promoción a socia en febrero de 2024.
No es para nada frecuente que uno tenga la suerte de entrar y crecer en un único ambiente laboral. Normalmente me inclinaría a aconsejar a las más jóvenes que siempre busquen el entorno más propicio para aprender skills y crecer en conocimientos. Pero en mi caso personal (completamente atípico para la época), tengo la confianza y certeza de saber que, con voluntad y esfuerzo, este fue “el” lugar de trabajo que me dio todas las herramientas para alcanzar el éxito (según mi propia definición personal):
Responsabilidad por, sobre todo: La cultura de trabajo es superimportante y así como en la facultad trabajé sobre la virtud de la disciplina, la vida de Estudio (entendiéndose a la “firma”) hizo que me volviera en una profesional responsable.
Cuando uno busca sumar un recurso humano a su estructura (y especialmente cuando el lugar de trabajo se destaca por apuntar a la excelencia), presta atención a los resultados académicos.
Pero, en mis años de trabajo (incluso de formación de nuevos profesionales), decido priorizar la responsabilidad por sobre todo. Es una cualidad que no puede faltar para obtener resultados. De nada sirve armar las contestaciones de demandas más brillantes u originales, si el profesional a cargo no cumple en presentar el escrito antes del vencimiento del plazo.
Justamente, la responsabilidad nos obliga a tomar ownership de los temas, a empujarlos hasta su conclusión, incluso recurriendo al “stalkeo” (en su acepción cómica, no criminal) de colegas, si hace falta. A un exjefe mío le gustaba apersonarse en las oficinas de los abogados, para poder hacer seguimiento de los temas. No diré que seguí su táctica, pero sí que no suelto una tarea hasta que todos los que deben participar hayan sumado su cuota.
Los clientes precisan que sus temas sean atendidos no solo conforme al derecho, sino en tiempo y forma. Por lo que aquellos que quieran alcanzar su meta no deberían perder de vista lo importante de (i) ser responsable y (ii) que te puedan identificar de tal manera. Nadie quiere en su equipo a alguien en quien no puedas confiar.
Forma y contenido: Otra de las herramientas que me dio mi “segundo hogar” fue el volverme “detallista”, teniendo un esmero especial por las formas, además del contenido. Uno de los socios del Estudio, quien me inspiraba (y lo sigue haciendo) total admiración, siempre nos recuerda que no solo se espera de nosotros que el trabajo que realicemos esté bien hecho, sino que se vea BIEN (va de suyo que los clientes esperan respuestas correctas). Preparar un contrato con todas las cláusulas estándares y esperables es una cosa, pero que dicho documento presente defectos de forma (olvidarse el “justificado”, no seguir la numeración o tener typos) no es aceptable, porque desluce nuestra labor.
Pero el ser atento al detalle no solo ayuda a presentar un escrito convincente, sino que nos permite, por ejemplo, descubrir contingencias en una auditoría legal: proceso comúnmente conocido como “due diligence”, que involucra a muchas áreas que tienen que revisar múltiples documentos de distinto tipo.
En mis años de ejercicio profesional, el ser meticulosa me ha dado la tranquilidad de saber que el trabajo realizado fue a conciencia y con el menor margen de error posible.
Team work: por último, no puedo olvidarme de uno de los aspectos que más me gusta de mi carrera: la posibilidad de trabajar con gente inteligente que suma ideas y/o experiencia para lograr dar el mejor
servicio.
El trabajo en equipo incluso puede implicar cierto nivel de “solidaridad”, donde más de una vez uno termine dando una mano a un compañero que lo necesita. En particular, y pese a las malas lenguas, he encontrado muchas colegas mujeres con las que ha sido y sigue siendo un placer trabajar. Para crecer, busquen a sus aliadas/os, esos profesionales que los impulsan a crecer o salir de su zona de confort.
Desde luego que el lugar de trabajo (si elegimos bien) nos dará innumerables herramientas para crecer; yo solo menciono las que creo que más me identifican y de las que particularmente me siento orgullosa.
III. Áreas de especialización: la vocación o la suerte podrán guiarte
Desde mis inicios como pasante, siempre supe que me interesaba el Derecho comercial (no por nada trabajo donde lo hago). Pensar en los casos de familia me resultaba deprimente (dado que muchas veces los temas escalan justamente por las mezquindades del ser humano) y el Derecho penal ni siquiera se cruzaba por mi cabeza (no tenía la templanza necesaria para cumplir el rol de un abogado defensor).
Pero debo confesar que mis áreas de especialización —Derecho aeronáutico y de seguros— se deben exclusivamente a mi jefe y tutor, Mariano Grondona. No es un secreto mi admiración por él, no solo como profesional, sino como jefe. Soy consciente que he logrado gran parte de mi crecimiento profesional gracias a las oportunidades que me dio primero en los temas aeronáuticos y luego en seguros. ¿Elegí yo estas especialidades? No, la vida me presentó estas oportunidades y yo las acepté con gusto y emoción por “lo nuevo”.
Si bien cuando me consultan por mi trabajo, yo respondo primero que soy una abogada “comercial”; a continuación agrego que me especializo en estas dos ramas, que si bien en apariencia son muy distintas, ambas contienen un fuerte marco regulatorio que me obliga a hacer uso de las herramientas aprendidas a lo largo de los años: con disciplina, responsabilidad y atención al detalle (en conjunto con mis colegas) busco asesorar a mis clientes presentando el “panorama legal”, pero no olvidándome de sus necesidades y/o pretensiones. Juego a favor de ellos y no puedo negar que me alegro cuando sale un fallo a favor de las industrias que defiendo.
Creo, entonces, que cuando elijan el camino profesional que sea, busquen que el “área de especialización” sea lo suficientemente apasionante y entretenida para poder encarar un trabajo con una mirada a largo plazo.
De nada servirá entrar a trabajar en el área de Derecho del Consumidor, si en el fondo mueren por participar de un deal en el área de M&A. Hay que ser consistentes y auténticos: quiénes mejor que uds. sabrán lo que verdaderamente les llama la atención y/o logra entretenerlos no solo por horas, sino años.
Siempre lo digo: si llevo casi 19 años donde estoy, se debe no solo a la buena fortuna de trabajar con excelentes profesionales con cualidades humanas destacadas, sino porque me sigue gustando estudiar las consultas de mis clientes.
IV. Modelos de liderazgo
No puedo dejar de referirme a los modelos de liderazgo que podemos encontrar. Comencé mi columna refiriendo a dos modelos (no siendo estos exclusivos): la liebre (talento puro innato con una inclinación al éxito) y la tortuga (disciplina y constancia al servicio del trabajo).
Cuando entré a trabajar, estaba obnubilada por los éxitos académicos y profesionales de algunos abogados (muchos de los cuales contaban con estudios de posgrado y/o experiencias laborales en los Estados Unidos). Para mí muchos de estos profesionales eran (y son) gente brillante que sumaban obviamente las cualidades de disciplina y responsabilidad (porque recordemos que la liebre pierde justamente por confiarse en sus “habilidades”).
Pero, en lo personal, nunca sentí que yo pudiera “emularlos”. Por empezar, elegí además de ser profesional, ser madre y esto —en mi caso personal— fue incompatible con el camino de los masters y/o el trabajo en Estudios fuera del país. No quiere decir que sea imposible que las mujeres sean madres y además brillantes profesionales con un máster bajo el brazo. Simplemente no fue mi caso.
Sí tuve la oportunidad de continuar ejerciendo mi profesión —en forma remota (prepandemia)— en dos ocasiones: desde Bruselas y Londres. Los motivos que me llevaron a esos destinos son exclusivamente familiares, pero aproveché las oportunidades generosas que me dio el Estudio de seguir creciendo incluso a la distancia, sin poner pausa a mi desarrollo profesional. Los socios me acompañaron y creyeron en mí, sabiendo que continuaría trabajando con el mismo ahínco que mostraba en “forma presencial”.
Por lo que me gustaría transmitir que quienes quieran llegar “lejos” sepan que hay muchos caminos y que los líderes que las acompañen no son todos iguales, ni calcos de recetas únicas, sino que son personas que buscan inspirar en otros el trabajo duro para obtener un crecimiento continuo.
En aras de buscar modelos de liderazgo diferentes, y con motivo del Día de la Mujer, pude coordinar el año pasado en el Estudio una charla con una mujer admirable por donde se la mire. Después de una charla donde nos relató los distintos pasos para llegar a donde estaba (la representante legal y cara visible de una empresa multinacional en nuestro país), sentí que justamente ella representaba lo que yo quería mostrar: un liderazgo diferente, pero —mejor aún (a mi criterio)— “posible”.
No todas tendrán los mismos recursos y/o posibilidades, pero todas las que se esfuerzan en forma constante, dando lo mejor de sí, procurando brindar un servicio excelente a quienes confían en su labor,
podrán cumplir sus metas y servir como “mentores” o “faros” para quienes dan sus primeros pasos en la
vida profesional.
Sé que muchas temen (y con razón) al techo de cristal. Pero los tiempos cambian y si una se anima (y tiene la suerte de tener gente que confíe en una), las chances de superación van a ser muy altas.
V. El falso cierre
Toda historia tiene una introducción, nudo y desenlace. Pero mentiría diciendo que he llegado al pináculo de mi carrera al haber sido nombrada socia. Por el contrario, es el inicio de un nuevo desafío, donde tengo que aprender nuevas herramientas, superar obstáculos que dificultan mi crecimiento e incluso balancearlo con mi vida personal y familiar (al momento de escribir estas líneas estoy esperando la llegada de un tercer hijo).
Uno de mis mayores drivers en el crecimiento fueron las ganas de mostrar a mis hijos que la profesión no es solo un medio para poder pagar las cuentas a fin de mes, sino un motivo de satisfacción personal que jamás hay que sacrificar por nada y por nadie.
Miro adelante en busca de ese crecimiento continuo, sabiendo que detrás de mí puede haber otras personas que puedan sentirse inspiradas a buscar su propio éxito personal (sea cual sea).
Áreas de práctica
Artículo publicado en:
La Ley